Hallan en Martos una tablilla con una posible maldición de época romana
En las últimas décadas, el tema de la magia y la hechicería en el Mundo Antiguo han despertado el interés de numerosos investigadores, hasta el punto de surgir en torno a este tema grupos de investigación, tesis doctorales, monografías y todo tipo de congresos nacionales e internacionales. El tema de la magia es además, por necesidad, un campo en el que deben colaborar especialistas de distintas disciplinas: antropólogos, epigrafistas, papirólogos, filólogos, historiadores y arqueólogos trabajan codo con codo para tratar de desentrañar los misterios de un campo en ocasiones tan críptico y complejo como es el de la hechicería. ¿Por qué es complejo? Porque la magia, en la Antigüedad y en todas las civilizaciones, no está al alcance de cualquier profano, sólo los iniciados o los conocedores de una serie de fórmulas y rituales pueden practicarla. Fórmulas y rituales que, en la mayoría de las ocasiones, hemos perdido con el paso de los siglos y que, por tanto, debemos tratar de reconstruir. Los hechizos que conocemos han llegado a nuestro tiempo por norma general en forma de papiros o de soportes duros como tablillas de diversos materiales o grabados sobre trozos de cerámica o piedra. Sin embargo, estos hechizos no utilizan la lengua, griega o latina, habitual, sino que abundan en ellos fórmulas extrañas, sintaxis incoherentes, préstamos de otras lenguas y palabras inexistentes que se eligen más por su fonética que por su supuesto significado. Éstas dificultades han supuesto un quebradero de cabeza que los especialistas, en demasiadas ocasiones, se han mostrado incapaces de resolver.
Prueba de estas dificultades la encontramos en la tablilla encontrada recientemente en los fondos del Museo Arqueológico de Martos, en Jaén. Procedente de la colección del religioso fallecido Alejandro Recio, uno de los promotores de este museo local, la tablilla mide once centímetros de largo y la mitad aproximadamente de ancho. El material del que está hecho es el plomo, un metal que en la Antigüedad estaba asociado con las divinidades infernales y que, en consecuencia, era idóneo para grabar en él cualquier tipo de maldición. Hasta el momento, los investigadores que han tenido acceso a la tablilla no se han puesto de acuerdo en la lengua en la que está escrito el texto grabado sobre ella, aunque todo apunta a que puede ser latín. Un latín, por supuesto, adaptado a las necesidades de la magia, con letras que cambian su dirección y vocablos sonoros que no tienen un significado real. Dado que la colección del padre Recio contenía objetos conseguidos en múltiples viajes por España e Italia, ni siquiera podemos estar seguros del origen de esta pieza tan singular.
Las tablillas de maldición, o tabellae defixionis, son muy abundantes en todo el Imperio romano y la Grecia helenística. La de Martos responde a un patrón muy habitual: una delgada plancha de plomo sobre la que se grababa el hechizo y que posteriormente era doblada o enrollada y escondida en un lugar significativo para la víctima, como los muros de su casa. Los objetivos de estos hechizos eran muy variados, desde fórmulas mágicas para enamorar a un incauto hasta maldiciones que buscaban la muerte de la víctima.
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