LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN…
Francisco de Asís tuvo varios momentos en los que Dios le hablo directamente, a través de sueños y con voces oídas en la oración… Pero en un momento de su conversión se encontraba confuso, y no sabía qué es lo que Dios quería de él. Entonces, el 24 de febrero de 1208, fiesta de San Matías, en la capillita de la Porciúncula, Francisco participa en la Misa, y escucha el Evangelio de la Misión: "Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente. No traten de llevar ni oro, ni plata, ni siquiera unas pocas monedas de cobre" (Mt 10,7-9). Y Francisco emocionado exclama: "Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo de mi corazón anhelo". Y ahí ubica definitivamente su vocación.
Qué curioso… aunque Dios le habló muchas veces en forma directa, fue escuchando el Evangelio en la misa cotidiana, donde descubre su propio camino. La Misa es un espacio donde Dios de se manifiesta especialmente.
El Evangelio de hoy nos cuenta que dos discípulos caminaban tristes y con aire derrotado, de regreso a su pueblo natal, Emaús, y a su vida de antes. Dando por terminada su experiencia en pos del joven maestro Jesús, el cual había sido destrozado sobre una cruz. Iban platicando los sucesos, tristes, muy tristes… el mismo día de la resurrección, cuando el universo cantaba jubiloso la gloria de la Resurrección, y ya las mujeres habían anunciado que el sepulcro estaba vacío.
Ellos habían oído hablar de que Jesús anunció que iba a resucitar, pero sin embargo se dejaron llevar más por la pesadumbre humana. Así nos pasa a muchos de nosotros, que aunque hemos oído hablar de la Buena Nueva de la resurrección de Jesús, nos dejamos atrapar por las cosas malas de esta vida, y vamos tristes y derrotados por el sendero.
Jesús resucitado se hace compañero de su caminar, y se mete en su conversación… los deja primero expresar su tristeza, pero luego los ilumina con la luz de su palabra, haciéndoles ver que era necesario que el Mesías padeciera para poder entrar a su gloria… Y cuando, al atardecer llegan a su pueblo, invitan al desconocido a acompañarlos… y al concederle el gesto de cortesía de que él parta el pan… se le abren los ojos y lo pueden reconocer. Jesús resucitado.
Este episodio es un relato eminentemente eucarístico. Las principales partes de la misa se ve en reflejadas claramente: la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística.
La Misa es espacio donde Dios se nos manifiesta, donde podemos experimentar su presencia, iluminarnos con su palabra, alimentarnos con su misma vida divina, recibir un anticipo de nuestra gloria futura, asegurar nuestra resurrección gloriosa.
Una sola Misa vale más que todas las oraciones y sacrificios que todos los seres humanos de todos los tiempos pudiéramos hacer por nuestra cuenta, ya que en ella se actualiza la amorosa entrega del Cordero sin defecto ni mancha, Jesucristo, nuestro Señor.
Animémonos a participar lo más que podamos en la Misa, y dejemos que Dios se manifieste en nuestra vida.
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