Colleja (Silene vulgaris)
La colleja (Silene vulgaris), descrita por (Moench) Garcke, apareciendo en la publicación Flora von Nord en 1869, es una planta silvestre comestible que años atrás fue muy apreciada, o al menos muy consumida. Aunque es una planta que se puede adaptar al cultivo, no parece ser de mucho interés, son muchas las plantas silvestres comestibles que actualmente se desconocen porque evidentemente, sólo se encuentran en zonas rurales, campos, etc., y porque no se han trasladado a la producción agrícola.
En el caso de la colleja, hablamos de una planta perenne de la familia de las cariofiláceas, que florece en primavera y verano. Sus flores son las que le dieron nombre (Silene vulgaris), su cáliz inflado se asemeja a la representación de Sileno (padre adoptivo y preceptor de Dionisos), siempre con el vientre hinchado. Aunque también se relaciona con el griego sialon (baba, saliva…) por la viscosidad de algunas especies
La colleja se conoce con muchos otros nombres, como silena, hierba conejera, tracabols, farolillos (pues sus flores también parecen farolillos o campanillas), sanjuanines, restallones, alcaduceas, berzuela… Sus flores son características, pero también lo son sus hojas lanceoladas de color verde claro.
A esta planta le favorece el clima mediterráneo, pero está presente en Europa, en el Norte de África y en el Centro y Oeste de Asia, y parece ser que también en algunas zonas de América del Norte como planta invasora.
Crece en terrenos no trabajados, en márgenes de cultivos, en bordes de caminos, al pie de chopos y olivos, cerca de esparragueras.. depende en parte de la subespecie, pues también se encuentran en pastizales o en suelos rocosos. La planta de la colleja puede alzarse hasta los 80-100 centímetros, y es una rica verdura.
Si se recolecta joven, es una verdura muy fina de la que se puede disfrutar en crudo, tanto las hojas como los tallos. Pero quizá es mucho más común cocinar las collejas y hay muchas posibilidades, se pueden guisar, saltear, hervir, incorporar en guisos, hacer tortillas… lo ideal es no cocinarlas mucho, por un tiempo inferior a cinco minutos, así se conservan más sus nutrientes y sus cualidades organolépticas.
Aunque resulta una verdura dulzona si es joven, a medida que pasa el tiempo se tornan algo amargas porque aumenta su contenido en saponinas. Mejor seleccionar las collejas jóvenes y disfrutar de la que se considera la planta comestible silvestre más fina y exquisita.
Foto | Carmona Rodríguez
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