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Dos puntos de Cabo de Palos se consolidan como 'botellódromos'
Los cuatro fines de semana transcurridos en este mes de julio, sumados a todos los del verano pasado, son suficientes para que la estrategia de control del botelleo por parte del Ayuntamiento haya quedado clara. El plan en vigor consiste en permitir que los cientos de jóvenes que acuden a hacer botelleo, en Cabo de Palos y La Manga, se reúnan a beber en los dos lugares en los que se considera que molestan menos: la Playa del Vivero y la zona de la calle Albahaca que linda con el centro comercial de Cabo de Palos, junto a la autovía.
Las molestias que el viernes mantuvieron en vela a centenares de vecinos se moderaron en la madrugada de ayer, según fuentes de las urbanizaciones cercanas a las áreas de botelleo. La planificación puesta en marcha se ajustó mejor (las rondas de los coches de patrulla fueron más frecuentes), aunque la acumulación de jóvenes fue semejante a la de otros fines de semana. El plan que se pone en marcha cada viernes y cada sábado siguió su curso. Consiste en dejar que quienes acuden entren en las dos zonas y en mantenerles allí bajo distintos tipos de vigilancia y control. Para ello se permite, un año más, la participación de los servicios de seguridad de los dos principales negocios de ocio nocturno de la zona: el Mamaluna, club que ocupa el primer piso del centro comercial de Cabo de Palos, junto a la autovía, y el ZM, que funciona a orillas del Mar Menor, junto a la Playa del Vivero.
A partir de la medianoche
El pasado sábado, todo comenzó tras la medianoche. Las colas ante el mostrador de una tienda de 24 horas de Cabo de Palos se transformaron en una riada de jóvenes con bolsas de plástico (hielo, alcohol y refrescos), que recorrieron unos pocos cientos de metros junto a Las Amoladeras para luego desviarse camino de la Playa del Vivero. Media hora después comenzó el éxodo hasta allí de todo tipo de vehículos (deportivos, monovolúmenes y 4x4).
Un joven vigilante, destacado por el ZM en el cruce más conflictivo, confesaba lo complicado de poner orden en tanto movimiento.«Aquí se llegan a juntar, cada sábado, hasta mil personas. Mi labor es evitar que se desvíen y se pongan cerca de las viviendas, pero no resulta fácil. Por suerte, este año, contamos con el respaldo oficial del Ayuntamiento», comentaba, mientras intentaba que un Mercedes de alta gama siguiera sus indicaciones.
En las urbanizaciones situadas entre la salida de Cabo de Palos hacia La Manga y la autovía era la pareja de vigilantes contratada por el pub Mamaluna la que, el sábado por la noche, se paseaba por las calles Sándalo y Arándano para asegurarse de que nadie molestaba a los vecinos. «Nosotros estamos operativos desde la medianoche hasta las tres de la madrugada, más o menos. Lo que pase después no podemos controlarlo», indicó uno de ellos. Su fin de ronda es a la hora en la que, en dos ocasiones de este verano, han tenido lugar los incidentes que más han molestado a los vecinos (lanzamiento de botellas al interior de la parcelas, ruido extremo y depósito de orines y otros desechos en el entorno de los chalés adosados).
Donde menos molestan
El concejal de Seguridad, Mariano García, comentó recientemente, en declaraciones a 'La Verdad', que la Policía Local no puede crear un 'botellódromo' al que dirigir intencionadamente a los jóvenes. Por eso, su labor está siendo vigilar los lugares a los que van y permitirles estar donde menos molestan, evitando que se concentren en otros sitios más conflictivos.
Sin embargo, la distribución de agentes se centra en el núcleo urbano de Cabo de Palos (tres unidades, una prácticamente fija y dos que vienen y van por la gran vía y por la autovía La Manga). En la madrugada del domingo, ninguna de ellas fue vista vigilando los accesos a la Playa del Vivero, donde se concentraron más de un centenar de vehículos y al menos 500 jóvenes con sus bebidas.
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