Desgarrador testimonio de una dorense que acudió a un exorcismo para salvar la vida de su hijo
Esta tenebrosa historia ocurrió en un tranquilo barrio de la localidad Colonia Dora, sus protagonistas la guardaron en secreto por el solo hecho de preservar de alguna forma su integridad moral y así poder también, no ver afectado en lo más mínimo su equilibrio psicológico, además de no ver invadida su privacidad.
Ahora salió a la luz sólo por casualidad, ya que al recibir el dato, este Multimedio dio con los protagonistas y aceptó plenamente mantener en el más absoluto secreto sus identidades.
"Yo estaba desesperada porque mi hijo, de 20 años, comenzó de repente a tener una conducta muy extraña al principio y después se fue agravando porque, de ser un chico alegre y de buenos amigos, comenzó a quedarse solo, no quería salir y le gustaba estar en la oscuridad. A eso se le sumó, con el paso de los días, que se encerraba en su pieza a la tarde porque decía que veía bichos y animales que querían metérsele en el cuerpo.
También decía que, a veces, antes del atardecer, veía a una especie de monstruo que aparecía parado en el patio, vestido de negro, con las ropas todas rotas, que lo llamaba y lo señalaba".
Todo esto fue relatado por la mujer, que prefirió preservar su identidad y la de su hijo, en un tono en el que todavía se notaba la angustia. Según contó la señora, su hijo a veces ayudaba a una mujer que "decía que curaba". Esta "curandera" lo habría empleado al muchacho para que realizara algunos trabajos de mantenimiento en su casa y alguna vez le habría solicitado que se deshaga de algunos restos misteriosos que sacó de una especie de altar que tenía en el fondo de la casa, donde llevaría a cabo los "trabajos" que se le encargaban.
La mujer sospecha que tal vez su hijo se quedó con algunas de las cosas que había dentro de la bolsa, ya que le habría contado que contenía rosarios, velas consumidas y restos de fotos quemadas.
Este relato de terror duro más de un mes. La mujer angustiada recurrió a médicos, hospitales e iglesias en busca de la ayuda que tanto ansiaba, pero nada daba resultado, por el contrario, el cuadro se fue paulatinamente agravando. El joven casi no hablaba, no salía de su habitación a oscuras y no quería comer ni bañarse.
"Los pocos momentos en los que salía lo hacía sólo hasta el comedor, pues decía que tenía miedo de que el 'bicho ese' lo venga a buscar". Ahí se sentaba, callado, con la mirada perdida, sin decir palabra, y al rato se levantaba como asustado y volvía a encerrarse.
Algunas noches tuve que entrar a su pieza a la medianoche porque gritaba y decía que "eso" lo había venido a buscar y le agarraba los brazos para llevarlo. Era triste y desesperante verlo así y no poder ayudarlo. Una de esas noches escuchamos ruidos en la cocina, como si se arrastraran las sillas o algo así, y al instante oímos el romperse de algunos vasos.
Nos levantamos con mi marido y fuimos a ver qué pasaba. Encontramos unos restos de vidrios y la mesa que estaba en el centro de la cocina, corrida contra la pared, como si la hubieran empujado sin cuidado.
Enseguida fuimos a la pieza de mi hijo y lo encontramos parado apoyado contra la pared con un cuchillo en la mano. En principio quiso atacarnos, estaba muy asustado, pero cuando reaccionó y vio que éramos nosotros se puso a llorar y dijo que había estado peleando con "el bicho", que lo quería llevar y él se defendió con el cuchillo porque, "esa cosa", había traído un carro para llevárselo esa misma noche. No volvimos a dormir ese día cuidándolo a él".
La mujer contaba su historia, que parecía sacada de la ficción, casi sin respiro. Todo lo relataba con ansiedad, como si al revivir la historia reviviera también las sensaciones de ese tiempo de terror.
Tenía sus manos envueltas en un rosario de madera que no abandonó en ningún momento.
"Así que, con toda esta situación sin resolverse y sin saber a quien recurrir, un día hablé con mi hermana que me cuenta de este hombre de Buenos Aires, el padre Acuña que hacía exorcismos y con mi marido decidimos llevarlo. Con muchas dudas porque hasta ese momento nadie pudo hacer nada. Pero ya no sabíamos que hacer.
Cuando llegamos ya vimos que algo pasaba. Ni bien entramos a la misa él empezó a retorcerse y a hacer fuerza para irse. Su mirada había cambiado, parecía que hasta los ojos se le hubieran oscurecido; tenía la mandíbula apretada y comenzaron a rechinarle los dientes mientras forcejeaba, decía palabras que no entendíamos y le caía una baba espesa por la boca.
Quería salir corriendo. Por suerte hubo gente que nos ayudó a sujetarlo y el Padre se acercó enseguida. Ahí mismo le hizo una oración imponiéndole las manos y mi hijo comenzó a gritar con una voz que no era la de él.
Gruñía como un animal furioso y, al estar sujetado por algunos asistentes del Padre, comenzó a tirar mordiscones para poder lastimar a alguien y escaparse. Acostado en el piso luchaba por levantarse, mientras insultaba a los gritos al padre Acuña que oraba con fuerza. Nosotros rezábamos y yo lloraba. No es nada lindo ver a un hijo en esta situación. Después de eso mi hijo estuvo más tranquilo, incluso hablamos un poco, cosa que hacía mucho no hacíamos, pero dijo que no se acordaba de nada solo que había sentido un miedo muy grande y después mucha paz", narró.
"Ahí nos explicaron que lo que se había hecho en ese momento era sólo una liberación, pero que tenía que llevarlo al otro día porque necesitaban practicarle un exorcismo. Fuimos al otro día por la tarde y allí sí que fue bravo. Llegamos un rato antes de lo que nos habían dicho y esperamos hasta que nos atendieron. Estábamos nerviosos porque no habíamos pasado una buena noche. Mientras dormíamos, en la casa de mi hermana que fue donde nos quedamos, mi hijo se despertó dos veces a los gritos por las pesadillas que tenía. Dijo que había soñado con un montón de perros que lo perseguían para matarlo y que él ya casi no podía correr más y se despertó gritando. Se volvió a dormir después de un rato y a la hora, tal vez, volvió a despertar gritando. Esta vez soñó con "el bicho ese que estaba afuera de la casa y quería entrar a buscarlo. Por eso estábamos un poco ansiosos e intranquilos cuando llegamos", prosiguió. "En un momento nos atendieron y nos hicieron pasar hasta un lugar, antes de ingresar a la parroquia y a mi hijo lo llevaron adentro. Pudimos ver hasta que lo acostaron en una colchoneta. Extendido en el piso, al principio, parecía tranquilo pero cuando el Padre comenzó el exorcismo fue una lucha tremenda otra vez. Nosotros esperábamos en una sala que estar al lado y podíamos escuchar los gritos e insultos que salían de la boca de mi hijo, otra vez con esa voz desconocida. Según me contaron después los integrantes del equipo del padre Acuña, fue una lucha encarnizada lo que habían acabado de vivir. Mi hijo de verdad estaba poseído por un demonio que decía que se lo llevaría. Esa bestia decía que mi hijo se había burlado de él y que por eso debía pagar con la muerte o la locura", comenta aún impresionada.
"Nosotros desde el otro lado solo escuchamos clara la palabra 'muerte, muerte', dos veces, que grito esa voz desde adentro de mi hijo. Todo duró casi dos horas, hasta que nos llamaron y nos encontramos con nuestro hijo que había recuperado ese brillo en la mirada. Había vuelto a ser el mismo de siempre. Él nuevamente volvió a decir que no se acordaba de nada solo que se sentía en paz y que estaba muy cansado. Desde aquel día estamos muy agradecidos al Padre y cada vez que podemos vamos a participar de sus misas", aseguró la mujer.
Hasta aquí fue el increíble relato de esos días de terror que les tocó amargamente vivir. Hoy todo ha vuelto, de alguna forma, a la normalidad y aquel tiempo de oscuridad es solo un mal recuerdo.
Pero como ella misma cuenta la vida no es igual después de un hecho como este. "Hoy tenemos más cuidado con las cosas desconocidas y pero también vivimos con más fe", sentencia.
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