La ciudad santa de Marruecos.
En dicha ciudad mientras me encaminaba hacia la tumba del santo, me seguía de cerca un personaje que me repetía una y otra vez, en francés, que para entrar en dicho lugar debía presentar un certificado de que era musulmán, le contesté: eso no es posible, no hay más dios que Allah. Y franqueó mi entrada.
En dicha ciudad mientras me encaminaba hacia la tumba del santo, me seguía de cerca un personaje que me repetía una y otra vez, en francés, que para entrar en dicho lugar debía presentar un certificado de que era musulmán, le contesté: eso no es posible, no hay más dios que Allah. Y franqueó mi entrada.
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